martes, 15 de septiembre de 2009

El calzon de castidad


Vivir en la zona conurbada de Cuernavaca, Morelos produjo siempre en mi una grata sensación de encontrarte en un lugar, como muchos en México en los ke se mezcla de manera muy curiosa la ciudad y el campo, de hecho muchos llamaron pueblote a Cuernavaca durante mucho tiempo y kiza si lo era.

Habitaba por ahí, un muy inteligente personaje del reino animal domestico al ke le habían puesto el nombre de Peki, una perra común y corriente de esa raza ke resulta de la cruza de un perro corriente con otro de la calle, de corta estatura y pelaje corto y café, parecía como si en su alcurnia se perdiera algún origen europeo, kiza alemán. Definitivamente era una hembra muy inteligente, sabia muchos trucos, hacia el muertito y hasta cerraba los ojos cuando estaba boca arriba con las patas delanteras dobladas, te daba la “paz” es decir la pata delantera en señal de saludo cuando le decías

La paz peki, la paz.

Sabia cuando podía entrar a la casa con el simple hecho de voltear a ver al humano ke estuviera en su camino. Y también era la típica mascota ke acompañaba a todos lados a su dueño, así fuera cerca o lejos. Dato curioso y además extraño es ke respetaba las gallinas ke se criaban en esa casa y tenia una muy buena relación con ellas pero cuando algún gallo vecino se atrevía a cruzar con la intención de “cotorrearse” a las gallinas de casa, la peki se encargaba de arrancarle las plumas de la cola en una corretiza territorial en la ke ella era siempre vencedora.

Su naturaleza perruna la llevaba a entrar en celo en su temporada regular, aquel acontecimiento siempre ocasionaba dolor de cabeza a kienes teníamos ke cruzar por el frente de la casa donde la peki vivía con sus dueños, simplemente por ke la calle se llenaba de machos ke competían por aparearse con la peki.

En grandes jaurías como si un hubiera otra hembra por akella colonia, decenas de perros hasta trasnochaban en el portón de la casa de la peki con la esperanza de sikiera oliskearla (imagino) y pasar por ese frente era una proeza ya ke había ke eskibar a perros hechos bolita durmiendo o a bolitas hechas por perros, además de no asustarte con los colmillos ke mas de una vez te mostraban los canes, como si sintieran competencia o se sintieran invadidos en su territorio. Nunca se supo ke ocurriera algún accidente por el hecho pero su dueña conciente del peligro ke corrían los transeúntes, pero también su doncella: bueno eso de su doncella es un mero decir por ke la peki paria al menos una vez al año camadas de hasta 8 cachorros. Siempre tomaba ciertas precauciones, como por ejemplo, tenia un montoncito de piedras redonditas para arrojárselas a los galanes en la noche ke era cuando daban mas lata por sus ladridos y aullidos o hasta por las peleas entre ellos, también colocaba jícaras llenas de agua con la misma finalidad, hasta ke finalmente encontró una solución ke parecía la ideal y definitiva. Según esta, se acabarían las infinitas procesiones de todos los perros de la colonia, las peleas ladridos y orinadas en cada eskina del portón, y además ya no habría ke atender partos perrunos a media noche y sobre todo la extenuante tarea de buscar hogar a los cachorros por ke ni modo de echarlos a la calle, estos tenían ke kedar en buenas manos.

Y entonces la peki conoció su triste y desesperante… calzón de castidad. Le confeccionaron un calzón de manta del 12, gruesa y resistente, con elásticos en los 3 hoyos ke tenia el calzón, 2 para sus patas traseras y otro para su rabo, por ke en la primera versión del mismo, la cola kedaba dentro del calzón toda doblada y le lastimaba a la peki por ke simplemente no se veía a gusto.


Los primeros días, al idea parecía haber tenido éxito, pero las necesidades fisiológicas de la peki hicieron ke se tuviera ke replantear la idea, se pensó en colocarle un cierre en la parte trasera y en adiestrar a la perra para ke aprendiera a usarlo cuando tuviera ke ir al baño, pero el procesos era largo y el celo no duraba tanto, así ke se aborto esa idea.

No hubo mas ke cambiarle el calzón día con día, con lo ke los machos veían frustradas sus intentonas románticas y los mas osados aunke trataban, se estrellaban contra un rasposo muro. Hubo un par de ellos ke inteligentemente intentaron arrancarle el calzón a dentelladas a la peki, pero en la mordida se pasaban tantito y la peki al sentir el dolor del mordisco, se volteaba enojada, clavándoles una mordida donde les cayera, lo cual obviamente rompía con cualkier escena romántica.

Yo no kiero imaginar como kedaria el calzón al final del día y menos kiero pensar en como habría ke hacer el cambio por el nuevo. Pero lo ke si se con seguridad es ke el primer año en ke se le impuso akel terrible calzón de castidad a la peki, también fue el ultimo, por ke kien sabe por ke extrañas, oscuras y misteriosas artes la peki resulto con su domingo 7 tal y como lo había hecho en las ocasiones anteriores. Intrigante misterio ke hasta estos días a de asombrar a los dueños de la peki, kienes eficazmente mantuvieron ajustado y bien colocado el calzón a todo momento y a pesar de ke la peki salía y tardaba en regresar siempre salía con el calzón puesto y regresaba con el mismo de igual manera, maltrecho y desacomodado pero puesto. Y no había forma de ke se lo hicieran un ladito, no señor el diseño era tan bueno ke simplemente no había forma de eso, tampoco se lo habían roto, vamos, era manta del 12, tu sabes, manta del 12.

Nadie jamás lo sospecho ni encontraron explicación alguna, a pesar de ke la peki era

extremadamente inteligente no era capaz de kitarse y ponerse el calzón por si misma.

En la tiendita de la eskina, donde yo acostumbraba tomarme mi coca y comerme mis "chetos", escuche de labios de los dueños, vecinos y familiares, cantidad de posibles explicaciones ridículas al hecho, tantas ke hasta podría escribir un libro sobre el hecho.

Desde ese año, cada vez ke la peki llegaba a la tiendita acompañando a su dueño si estaba yo ahí, la perra me hacia fiestas y movía alegremente la cola, me daba la impresión de ke le daba mucho gusto verme otra veces la peki se acercaba y se echaba a mis pies y en un par de ocasiones, lamió amistosamente mi mano.

Hasta hoy, nadie sabe ke paso. Yo pedí un cachorrito de la camada de ese año de la peki y cuando este tuvo edad suficiente para comprender las cosas de los adultos, le conté la verdad sobre el extraño caso del calzón de castidad de su madre, la peki!.

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